El viernes durante el día no hicimos nada ( o al menos así lo recuerdo). Sólo sabíamos que un grupo de españoles había quedado a las 8 en Hôtel de Ville para salir. Nosotros nos moríamos por salir, pero también queríamos ir a un concierto extraño de música desconocida. Al final, y no sé por qué, no volvimos a hablar de ese extraño concierto, y lo siguiente que recuerdo de ese día implica tres jóvenes estudiantes de comunicación audiovisual en un supermercado comprando botellas de vino de plástico y coca-cola Steff ( a 0,21 la botella) para preparar un rico calimotxo gabatxo. Una señora nos preguntó, señalando al( vino: "C'est bon?" A lo que nosotros respondimos: "Nous ne savons pas, mais..." y un gesto de asco infinito. Acompañados de unas ricas patatas con las que hice mi canción de siempre a ritmo follow the leader, que no triunfó entre mis acompañantes, pagamos el avituallamiento y cogimos el metro hasta Hôtel de Ville. Allí había muchísima gente joven disfrazada, llena de espuma, atados, con cinta aislante, mojados. "¿Aquí la gente está siempre de despedida de soltero?". No. Espera. De repente tengo una revelación. ¡¡Son novatadas!!
La melancolía nos invade y nos acercamos hasta ellos. Al parecer, novato se dice "bisou" y era todo un poco más jarto que en Madrid, pero se lo pasaban bien. Allí conocimos nuevos españoles y tras esperar a que llegaran todos empezamos a beber. Sin darnos cuenta, los 3 de siempre nos automarginamos del grupo, probablemente debido a los efectos del alcohol, y acabamos hablando de cómo íbamos a celebrar reyes juntos, trayéndonos regalos de nuestras casas, montando un árbol y yendo en pijama a través de las habitaciones de los chinos. Por supuesto,
brindamos por todo ello. Al final, y muy a nuestro pesar, acabamos, de nuevo ( oh no!) en Café Sevilla. Al menos había Cruzcampo
Allí tuve que soportar cómo una pantalla plana mostraba el absolutamente genial vídeo de D.A.N.C.E de Justice mientras sonaba Obsesión, de Aventura.
(Así de triste miraba yo a la pantalla)
Afortunadamente, el suplicio duró poco, debido a que, los 3 de siempre, emigramos al bar contiguo, donde mezclaban Highway to Hell con Daft Punk, pero al menos era un ambiente distinto al español. Allí conocimos a unos franceses muy extraños, casi como duendes, que diría mi querido compañero Antoñito.
Nos acoplamos a ellos cual lapa que se aprisiona en el dedo de un niño cotilla, y cuando el bar cerró a la ¡¡1!! nos fuimos, de nuevo, a un barco. Durante el camino tuve que soportar a un chico simpático que tenía una novia en Santander, con la que lo había dejado hace poco. Como le hacía gracia que yo fuera de allí, me contó todos sus problemas mezclando al mismo tiempo inglés, español (cuando hablaba en mi idioma no seguía ninguna regla lógica) y francés. Al final tras gritarle un par de veces que o me hablaba en francés o me iba, dio varios pasos adelante y pude por fin volver a ver lo que ocurría en el extraño grupo que habíamos formado. Tras observar una bizarra escena, hacer doscientas fotos sobre ella, reírnos hasta la muerte y, a día de hoy, seguir sin saber qué significó ese momento, entramos a uno de los barcos.
Este era diferente. Pero sonaba la misma música. Poco a poco la gente se fue marchando y a las ¡¡2 y cuarto!!, ya estábamos reventados, y nos volvimos a la residencia. No sin antes hacer una parada en una exquisita boulangerie para comer una deliciosa Quiche Lorraine de madrugada ( que me supo a gloria divina), y recordarle una vez más a Aida dónde está el Lidl.
Por fin una gran noche de fiesta.
pd- Acabo de recordar qué hice durante toda la tarde del viernes: Decorar la habitación.
(obsérvese que he además de la pared, he forrado una balda con motivos de damas en lo que yo mismo he denominado
Vans obsession.)
(Aún me queda mucha pared por decorar)